Crítica: Anus Solaris, la obra de un poeta imprescindible

/ Gabriel Salinas





Si bien la accesibilidad no caracteriza el ars poética de Camilo Barriga, el lector terco que no se rinde al hermetismo de las sensaciones fugaces que provoca su lectura, se regodeará en el mundo cuyo portal de ingreso lleva el nombre de “Anus Solaris o La máquina de sodomizar a todos”, ya que el prominente orificio que atraviesa el poemario como una inteligente alegoría a su irónica identidad, es ambivalente porque también metaforiza un espacio de tránsito de ideas, imágenes y emociones, que prolíficamente siembra Barriga, en la sustancia nebulosa que se desprende de la lectura de su magnífica obra.

Desde el titulo de la obra, “la maquina” es un guiño acaso de adscripción, a las ideas de Gilles Deleuze y Félix Guattari, brillantemente expuestas en “El antiedipo: capitalismo y esquizofrenia”, obra central para comprender el desarrollo medular de las propuestas teóricas y políticas de dichos pensadores, que podríamos referir con una etiqueta provisional de post post estructuralistas, en términos humildemente poéticos.

Ya el texto, a modo de introducción señala “esta máquina / no perdona nada / ni el hambre,/ ni el sueño/  ni los pocos destellos que a ratos entran / por la ventana”, reafirmando que habla de la categoría Deleuzeana, en términos ambiguos que remiten a los sentidos de maquina social y maquina deseante, propuestas por los últimos grandes filósofos y teóricos sociales, provenientes de la tradición que tiene a uno de sus referentes políticos centrales, el mayo francés, cómo se deja entrever en su  “Mayo de 1968 nunca ocurrió”, publicado originalmente en Les Nouvelles Littéraires, en el contexto de los frenéticos 80s y el giro político que aconteció en sus fauces.

Pero volvamos a sus versos vibrantes, a veces tan tiernos, que dejan entrever una humildad infantil y autentica, que se podría confundir a vuelo de pájaro con una pálida arrogancia, mal interpretada en base a la exigencia intelectual que plantean sus versos, como un gusto extra para los lectores iniciados. La posible y ágil resemantización de los textos contenidos en el poemario, son un síntoma indeleble de su deuda con los filósofos de lo rizomatico, marca respecto a la activa semiosis, definida por la semiótica de C.S. Peirce, que caracteriza el hermetismo antes señalado sobre la obra de Barriga.
Pero vayamos a la experiencia fáctica de su ars poética y dejemos la sensación emotiva que producen en general.

Los dos primeros textos rotulados sugerentemente por significantes que representan un grado de alienación (la voz de algo extraño al ser), pues recurren a figuras literarias que caracterizan el discurso poético del autor, el hipérbaton y el asíndeton, son empleados para reafirmar la autenticidad de su voz poética, que se siente extraña a la llanura de la gramática convencional. Y esto marca una disrupción tenaz del autor para proponer su propio idiolecto estético, con la madurez que no se espera en un primer poemario.

Como  dejan entrever estas líneas “Y tú que miras cada que tu pupila se posa sobre estas letras, / El aliado resurrector, qué es lo que esperas? / si hoy fuera otro día, / Mañana o pasado mañana Qué seríamos?” o “Pregunta la disolución  Del eco proyectado por la ventana / ¿quién eres Morador de espectros / Y a qué vienes a habitar / Este pedazo de palabras”.

Propuestas estéticas que le dan una vida perecedera a este trabajo, pues se trata de un artefacto, casi maquina, de producción de significados, cuya huella indeleble, pesará en la tradición literaria del esta ciudad por mucho tiempo, quizás sin que se reconozca su peso especifico, pues corresponde a esas cumbres accesibles sólo para espíritus exploradores lo suficientemente sensibles.