Poesía: Tres textos de mi poemario "La poesía es una morada absurda"

/ Gabriel Salinas




*Ilustración de portada: María Fernanda Sandoval











El tiempo


Donde empieza todo, justo ahí, en ninguna parte.
Así empezó esto, en aquel instante perdido
en que volví a consumirme en el goce estimulante
de lo sublime.
Ahí, días después de aquellos días, días perdidos
que fueron devorados por la marea brutal del océano negruzco
e infinito de mi memoria.
La luz penetra tímidamente y se deforma en la distancia hasta
morir ahogada por tanta oscuridad en movimiento.
Ahí, en una noche joven y reluciente, un domingo cualquiera.
Hállame aquí y allá, entre el futuro y el pasado, ávido de recuerdos
e ilusiones fugaces, viviendo ligeramente, unas horas más,
el terrible caudal del tiempo.
Este flujo impasible se siente cada vez más pesado e incómodo.
Un mundo que debo llevar conmigo siempre, de forma irremediable,
cual rutinario Sísifo resignado.
De nuevo la tristeza ha desaparecido, sólo queda la soledad.
Estos son los gloriosos y efímeros momentos que sobrevienen
a una búsqueda perdida.
Porque bien y mal son uno, como dijo en algún momento un

gran filósofo que murió enterrado en mierda.




También puedes escucharlo en la voz de nuestro querido cineasta Omar Alarcón






Cuatro estaciones - verano
a C.C.


La hierba acaricia su espalda y su cabeza.
Un cometa como pivote se eleva en la atmósfera.
La idea de felicidad es algo tan extraño.
Recostada en la superficie del planeta,
con la frente altiva y el pecho airoso,
se encuentra frente al universo, volando
en la galaxia.
Entre sonrisas risueñas señala lo que está más allá, esas
fantásticas sutilezas, milagros de una imaginación que delira
inteligencia.
La luz que devoran sus ojos se proyecta hacia otros mundos,
como el haz de una estrella, y ella brilla en su sonrisa, en la
libertad de sus manos o la suavidad de sus pies que parecen
flores revoloteantes brotando de sus piernas inquietas, hermosamente
torneadas, como toda ella.
Mientras tanto, lo que venga será y nada más importará, cada
cosa tendrá su lugar, incluso las piedras rodantes.
Con delicada belleza su voz abre universos, y en ese impulso
engolosinado de vivir, abre mis ojos, y entiendo, por fin, esa
dulce admiración, la que presentía hondamente al verla, ahí,
recostada sobre la yerba.



O puedes escucharlo en la aterciopelada voz de nuestra querida Piti









Ningún milagro


Nunca vi un milagro. Esa burocrática presentación divina,
sólo existe en los rumores lúgubres de los pasajes de la mente.
Por eso hay tanto desquiciado que asegura ser milagroso.
Son como pájaros de mal agüero que ignoran la desgracia,
y en su vuelo azaroso, sin querer, agitan sus alas en el lugar
equivocado.
Así, un instante único, es reducido a la vulgaridad de un milagro,
cual maravilloso paisaje capturado en las ilustraciones
de un calendario donde, penosamente descolorido, luce la
indiferencia que provoca, melancólico atisbo de lo que fue.
Los milagros suplantan la belleza magnífica de cada cosa por
la espontaneidad caprichosa de su esencia; la conjunción torrencial
de tantas vertientes se elimina de un plumazo, y todo
queda milagrosamente empaquetado, en una colección de
pruebas falsas de acciones divinas.




Pero mejor escucharlo en la voz de la hermosa Sarita Moscoso