Reseña: Diógenes de Sucre, sobre “Arde Oslo”, de Xavier Valverde

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/ Gabriel Salinas

De repente, ante un vigoroso giro de palma, con los dedos abiertos para ensortijarse en las cuerdas a rasgar, unas manos guitarrean un riff latino aguerrido, ladino, latido latino con el que empieza “Arde Oslo”, nada más y nada menos, la canción que da nombre al disco de Xavier Valverde, un chuquisaqueño encuerdado que de cuerdo recuerdo, vive en Noruega hace mucho tiempo, precisamente en la ciudad que a modo de catarsis artística, se figura, quemándose; una Oslo que seguramente le resulta entrañable, pues sólo la pasión es ardiente, aunque para apasionarse como es debido, la sangre latina debe correr por tus venas, tal como sucede con nuestro “chino” Valverde…, y esa es la marca de su proyecto musical, un sonido de autentica fusión -si alguna música no deja de serla- que habla de un cosmopolita, acaso un ciudadano del mundo; como el mismo Diógenes se identificaba, allá en la antigua Grecia, espacio seminal para la cultura latina, que terminó de cuajarse en el tiempo, acá y allá, al calor y el frio del viejo, y nuevo mundo; tal vez, por eso la segunda canción “Rio Loa”, se sacude al ritmo desenfadado de un aire a rumba flamenca, de herencia ibérica y cubana, a la que luego se suma un toyo andino, con un resoplido grave, solemne y descendente, que forma una espiral resuelta por los vientos, en un solo de flauta traversa, cual acento franco para culminar el poema, pero no el poemario.


Y es así, congas por acá, bajo tumbao por allá, entre el tintineo brillante de un cencerro, delicadas imágenes poéticas se deslizan para equilibrar el transe; algunas recogidas de nuestra cotidianeidad, tan tiernas como “tirar piedritas al agua turbia”, colocadas quizás, para abrir puertas de acceso al viaje estético que propone; o, para decirte que “estas mirando sin mirar”, pero en el contexto de un retrato onírico habitado por una mujer y el ruido de la “ciudad”, plasmando una propuesta a veces, harto surrealista “como un minotauro con escamas en el resplandeciente mar”, cual rezan algunos versos, en la voz de Valverde, con su expresiva impromptu de cataor embebido en un dejo chuqui, que sólo nosotros podemos reconocer, como una seña secreta y entrañable para la vecindad.


Y es que en este caso, el eclecticismo es la clave, permitiéndonos presenciar la dulzura esperanzada de un rasgueo de guitarra a lo Víctor Jara en la política “La hierba de los caminos”, salpicada de lo que podría ser un telúrico harawi disparado desde los vientos, por ejemplo en la pieza “señor”, o el timbre meloso del güiro, la escurridiza y subliminal melodía del coro en “ven”, canción con la que paradójicamente se despide el disco, faltaba más, con un solo blusero, afianzando el tono universal, pero quizás al mismo tiempo diciendo lo que dice textualmente, un “ven” dicho desde fuera, como una invitación a sumarse al viaje que no se reduce al trayecto de Sucre al exterior, sino a algo más…, a algo parecido… a surcar por el mundo “colgado, (y) salir a cabalgar en este caballo invisible… rio arriba”, cual canta el “chino”, en el mantra de la pista 4 “piedras”, del disco, disponible en Spotify.   





Sin más que decir, “son cantos de emoción, nostalgia y amor”, me dijo el cantante y compositor, al invitarme a escuchar el disco, momento cuando inicié este viaje también iluminado por los solventes aportes de la formación que acompaña Xavier, como un fraternal dream team del equipo de futbol del barrio latino, allá en Oslo, donde se lucen: Ronald y Willam Solares en los vientos multiformes; Pablo Alcayaga guitarra acústica picada por el “Romancero gitano” de un Lorca inmortal; Eduardo Cedeño "El moro" con su percusión cubana que brilla en las noches del Hovedøen Social Club; y María Orieta, quien acaricia meticulosamente las cuerdas metálicas de la guitarra eléctrica, logrando solos tan sublimes que no están solos, junto a los que en toda una trayectoria de solista ha hecho, con varias placas en su haber; pues este proyecto lleno de vida,  es el cultivo dedicado de sus artistas, que a saber, lo regaron con sencillo amor y talento. No se diga más, volvamos y volvámoslo a escuchar… 


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