Reseña: La reseña esperpenta muda, sobre “Lunes”, de Nicolás Uxusiri



/ Gabriel Salinas


Espantadas, una nebulosas iridiscentes se elevan y expanden en el vacio tímido de mi estudio, atónitas, las notas de tonalidades celestes, se estremecen ásperamente, resquebrajando la atmosfera que crearon con poco desdén, para luego quedar suspendidas en un dialogo grave, casi íntimo, de susurros seductores, que se revelan impacientes en el instante, y luego se ocultan frenéticamente tras los compases, del más allá…, así se muestra “Qanchis”, con toda su redondez, el segundo tema del álbum “Lunes-Qurquy” de Nicolás Uxusiri , es decir, de nuestro querido José Carlos Auza, el “manson”, como lo conocemos en la hermosa Sucre, desde donde llegan sus raíces.

Como un árbol poderoso, frondoso, monstruoso, moroso, se yergue la figura del genio creativo tras el –musicalmente hablando– histórico proyecto boliviano llamado “Taki Ongoy”, pero no hablaremos de eso, así  que shhh… De lo que sí hablaremos, es de lo que vamos escribir!

Mientras sucede el inefable “Lunes” del “manson”, en el cuarto menguante de mis aposentos, el dextrometorfano que injerí galopa furioso por mis venas, revelando “La insoportable levedad del ser” al cuadrado, y divago, entre esos contrastes anamórficos, resonantes y refractantes, cual filones poetizados por una henchida haz de luz, que carraspean figuras de desenfado,  golpes de orquesta, de sus distintas secciones, vientos, cuerdas, percusiones, etc… en ataques certeros, así se hace presente “chunka kimsayuq”, otro tema de Auza, que ahora se antoja, plasmar acaso, un nerviosismo acalambrado, en la exposición del “leitmotiv”, bellamente apostado a un golpe de batuta, como si el humilde pincel de un viejo maestro de difuminados a lo “da Vinci” lo propiciara; tal como él, y solamente él, seguramente lo pensó, ya que Auza nos presume humildemente su genio/faceta de artista plástico, en la forma de fantásticas pinturas a distintas técnicas, pero ahora hablemos de música, de sonidos, timbres y tambores, que verdean en las piezas del “manson”, como en “Phisqa”, donde reverdecen timbres y ecos, extendidos en a un tiritar que parece interminable…

Porque “Lunes” no es un “Lunes otra vez” a lo Charly, con esa desdicha por volver a la “Matrix” del martes y demás, no, el “Lunes” que plantea Auza, se parece más a los de la cuarentena que atravesamos estos días (por eso la reseña), donde algunos días empiezan, con el profundo ocaso esperanzador en el horizonte, plagado aves vespertinas que buscan su refugio, sobrecogiendo nuestros corazones con la ilusión de que el mañana, traiga noticias mejores, y es así como me imagino la pieza inicial “Iskay”, con sus acordes rasgados, llenos de ternura y entusiasmo, delineando una paisaje sonoro infinito cual ocaso rojo carmesí, por la función armónica en que están compuestos, mientras los vientos orquestales se aprestan en un trémulo fatídico inicio del final de la luz, y el ingreso al mundo de la negra noche, donde entre pizzicatos cosquilleantes como grillos que anuncian, que el astro solar se ha rendido al cansancio de estas jornadas fatídicas, mientras se disparan enigmáticas armonías, que hablan de la zozobra, de lo que no se puede ver ni tocar.

Pero como el amor es otro día de la semana, “Lunes” esta condenado, con toda su solvencia estética y creativa, a ser uno más de tantos discos, como los días de la semana que pasan volando, sin ser admirados en su grandeza, pero si ocurriera un milagro herético, y los hay, uno se puede tomar el tiempo para apreciar la maestría que sus agazapados ejecutantes dejan relucir, tras la obra de maestro relojero que tiene el genio de Auza, algo fantástico, un mundo abierto a modalidades tonales infinitas que incluso abrigan ruidos, como la serpenteante estática; conformando el único soundtrack posible para acompañar perfectamente este “trip”, que se los recomiendo a todos, para un sueño lisérgico, qué mejór que alucinar con los ojos cerrados, oyendo está poderosa música boliviana, a lo  Steve Reich, un minímalismo  boliviano, que sopor…



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