/ Gabriel Salinas
Loa triste
Para Alex Aillon
Esta noche
tal vez,
Pueda
escribir los versos más tristes,
Para luego quitarme
la vida
O podría simplemente,
Retorcerme
con timidez
Hasta
quedar dormido
Y abrazar el
orgásmico adormecimiento,
Del
abandono de uno mismo
En el horizonte
que ansían, nuestros deseos
Da lo mismo
Tal vez…
Porque el
deseo es vida y muerte
Vacio y
vacilación
Es
satisfacción herida de tormento
Y tormento herido de satisfacción,
Una vida
que se sabe dulce
A una
cálida herida de muerte
Promesa ilícita
de goce
De una maravillosa
dulzura opaca
Pero maravillosa
al fin!
Como la paradoja
infinita
de la vida
y la muerte
que nos
trasciende gloriosa
que nos
entierra en la finitud
con una
tensión desproporcionada
Que
invierte todo en invertirse
Cual incertidumbre agotadora
Que solo
sabe agotarnos
Gota a
gota, golpe a golpe
Nos toca, nos
ilumina y nos apaga
Hasta volvernos locos de ilusión y desconsuelo
Porque siempre
nos movemos detenidos
Lanzados
con fuerza hacia la nada
Desesperados,
ansiosos, hambrientos
del
reluciente y efímero halo
que se nos
antoja impoluto y glorioso
El halo de
la trascendencia
Que habita
en un diminuto guiño extraviado
Y solo alcanzamos,
En el acto
de dejarnos seducir
Y acariciamos,
En el acto de dejarnos poseer
Solo queda conformarse
con eso,
Y con la sabiduría de los muertos
Que desearon
ser inmortales
Peor es,
tocarnos a notros mismos
Desde el
extremo vacio del fracaso
Para
empezar tarde a aprender el valor de nada
Y el
sentido de elegir pobremente
Con la estupidez
de los miserables
Que miran la
vida desde una grácil apatía
Y un negado
horror a la muerte
Pobres
cabrones!
Hijos de
puta!
Miserables fuimos… y somos…
Da lo mismo
Tal vez…
Porque el
deseo
Es una
fantasía que pasea en el horizonte
Hasta perdernos
en nuestra mirada
Es
extraviarse en la quietud
Como si
nuestras pupilas fueran un océano mendigo de suelo
Una masa
informe que se chorrea a ninguna parte
Apresada en
su féretro vítreo y reluciente
Con la
belleza del diamante que no fuimos
Y la dureza
inútil del cristal
De peso
muerto,
Que si somos
Solo
alcanzamos a movernos
nerviosamente
en nuestro lugar
Cuando los
terremotos de la vida
Rugen desde
el interior de todo
Hasta que
el movimiento parece reposo
Y las
trayectorias atraviesan ningún lugar
Da lo mismo
Tal vez…
Y es que el
deseo no existe
Solo mi
deseo
Es mi deseo
al fin
Es mi juego
sexual, entre vida y muerte
Es mi celebración
melancólica
Es el
festín de eros y tanatos
Es el autoerotismo
De nuestra
desconsolada finitud
Es la
gracia de perder,
En la
marcha efímera de nuestra existencia
Y hallarse
en recuerdos lejanos
Habidos de
una satisfacción
Hoy desesperantemente
perdida
Hoy,
buscada con desesperación
El deseo
Es la angustia
del tiempo
Y el dolor
del espacio
Es la
penosa resistencia a consumirnos
Como los
titánicos volcanes
se
convierten en un polvo miserable
o los ríos se tornan
En un espantoso
cadáver de sal
Es la alegre
satisfacción del imposible
Pasado,
siempre pasando
Una constatación
del tiempo
Que fluye
como el agua del rio heracliteano
Donde uno
nunca se baña dos veces
Pero igual
termina mojado
Muriendo de
frio
Tal vez
muriendo de deseo
Por el
alivio cálido de la vida
Que nos
arropa por ahora
Sin poder
calentarnos
Como el cauce
que nunca vuelve a ser el mismo
La muerte
es el deseo supremo
Deseamos el
alivio de la satisfacción absoluta,
Y esta no
existe más allá de la muerte
Del término
del deseo
De la
muerte del deseo y uno mismo
Da lo mismo
Tal vez…
Escucha el poema por Alex Aillon, gran poeta boliviano y uno de los mejores declamadores del mundo de las letras