Entrevista: “Novecento” en la versión de Daniel Aguirre, una aproximación a la exquisitez teatral


/ Gabriel Salinas
Fotografía de Marcelo Guzmán Daza

Hablar con Daniel Aguirre es un placer aparte en nuestra ciudad, un hombre que trabajado en el arte de las tablas casi tres décadas, actuando en Latinoamérica y Europa de forma recurrente, y miembro estable del Teatro de los Andes, un elenco de renombre internacional, pero además Daniel es actor con una especialización hecha a pulso y sangre en el fino arte del mónologo, y es justamente de su última obra dramática, de la que hablaremos a continuación, de donde salen temas referidos al rico bagaje cultural que acompaña a Daniel, el artista talentoso de nuestra ciudad, que sin decirlo, le dio a Bolivia un puerto al mar, en la imaginación de quienes tuvimos el privilegio de asistir a las funciones teatrales de “Novecento”.



G.S.    Escoges nada más y nada menos que un monólogo escrito por Alessandro Baricco: Novecento, y lo adaptas hábilmente al espacio patrimonial que interviniste, cuéntanos un poco de que va ese proceso y porque elegiste esa obra en particular


D.A.    Ok. ya me puse a J. Coltren(Trane), la música que elegí y me inspiró... para entrar en onda. El Novecento de Baricco es un monologo que lo había leído hace muchos años y que ronroneaba siempre hacerlo, y cuando me subí a la cúpula de (la iglesia) Santo Domingo en una reunión para temas de patrimonio, cuando aún no estaba habilitado ese espacio, para este lugar es el Novecento, tengo las olas, tengo la hermosa vista… aquí hay que hacer la experiencia de contar, me dije.


                    Y como no podías ensayarlo ahí, de forma  que en el sitio específico se haga la actuación, como era proyecto creativo, me imaginé y lo monte como si estuviera ahí mismo… hice lo que Novecento hace, viajar con la imaginación.


                      Elegí esa obra en particular, debo decirlo por mi afinidad con la música, que en todos mis trabajos es un elemento fundamental, y particularmente con el jazz, continuando la línea, hay muchas obras que se pueden contar que se han hecho de este género y me encanta!! No soy músico, siempre quise serlo, así que lo encarno.

 

G.S.    Esa es una palabra clave, viaje, la obra es un viaje y tú, te la figuraste mentalmente y la presentaste en el edificio patrimonial, quedando fantástica, el muelle/patio, las escaleras de ascenso a la nave/coro de la iglesia. Esta propuesta estética tan interesante, qué supuso en términos de trabajo.

 

D.A.        Como te dije se adaptó a ese lugar porque me encanta narrar, y hacerlo de la forma “site specific”, que fue la primera vez, un reto. Es que el espacio era perfecto, porque en mi versión, el amigo de Novecento, Tim, es un testigo, y me encantó que él sea el que lleve a la gente, y la haga entrar al barco, así el juego teatral es más rico, el público entra en una experiencia. Es un monologo muy largo, entonces muy retador así que hay que sumergir al espectador, sugerir el espacio y que ellos hagan su viaje.

 

G.S.    ¿Cuándo te diste cuenta de que las gradas te servirían perfectamente para producir ese efecto de abordaje, que el público experimentó, sabias que la obra seria éxito? Yo abordé dos veces en tu barco.


D.A.     Eso era gratuito!!, y cuando me subí por ahí y llegué a la cúpula, dije ahora si hago el Novecento... este como dices, es un barco, así que invitemos al público a lugares que no tienen acceso...o se los restringe… ese es el beat... así nació el jazz, de reunirse, sin invitaciones, rompiendo esquemas.

                        

                        Digo gratuito en el sentido de que el edificio ya estaba, sólo había que narrar, además cuando vi el campanario dije ahí le hacemos un homenaje a Glenn Gould, así que lo proyectamos en la parte de la batalla.


G.S.     Preparar un monologo como actor supone un reto técnico superior, háblanos de eso, por favor.



D.A.    Si es un reto, pero porque nos olvidamos de cuando éramos niños, y nos llenamos de miedos cuando crecemos, de niños jugábamos mucho y hacíamos tremendos monólogos.  Y así fue cuando hice mi primer monólogo, fue para vencer un miedo y era acercarme a la gente... me encantaba la cuarta pared, soy muy tímido así que quería hacer obras donde la gente esté cerca, para sentir más al público, para que le público sienta el nervio, el error, la vibración, todo esto y ejercitar la memoria fueron mis trampolines para vencer esos temores.

 

G.S.        Y sobre el homenaje a Glenn Gould…


D.A.    Me parece que rompió mucho esquemas ese gran pianista, y pienso que Baricco algo debió inspirarse en él… aunque no era jazzero, era un grande, su estilo, su forma de tocar música clásica tenía todo, y su vida muy de ermitaño... así que lo puse como referente. Debo decir que tengo mucha afición a la música clásica, algo que le agradezco a mi madre,  escuché mucho desde temprana edad y luego me volví melómano.






G.S.    Que interesante, compartimos eso, yo también tengo un gusto enorme por la música clásica desde la infancia. ¿Crees que el jazz es resultado de ella?


D.A.    Absolutamente! Humildemente me lanzo a decir que Debussy era un jazzero!! Por eso también en  Novecento le hago un homenaje, usamos una versión bellísima del preludio la Catedral Sumergida

 

G.S.    Hermosa pieza ¿cómo la relacionamos a novecento?


D.A.    Pues me disculpo, no soy muy estudioso de eso, pero me pareció perfecta. Es muy espiritual, como la música de Coltrane… por eso elegí “A love supreme” como partitura que está en toda la obra. Novecento es un pretexto para hablar de lo contemplativo.


G.S.    Eso es toda una exquisitez, “A love supreme”, tiene un mantra fabuloso, que llama a lo contemplativo es verdad, y ¿dentro de lo contemplativo qué sucede?


D.A.    Pues si pareciera música oriental, hay momentos de éxtasis vibracional. Dice que así le sucedió a Coltrane, luego de mucho tiempo de sus adicciones, salió con esa música, de ahí todas esas vainas de religión de Coltrane, pero desde el punto de vista espiritual, ellos concibieron, eran muy géneros con sus dones, y nos lo comparten haciendo música. Escribiendo y dejando que se manifieste en cualquier espacio, dándonos esa mirada más introspectiva generosa, no sectaria.


G.S.    Claro el jazz es algo realmente especial, en esas definiciones remotas del arte del tiempo y del espacio ¿el jazz y el teatro serian un arte del tiempo o del espacio?


D.A.     Ambos creo, el jazz pienso que rompió con tabúes. Lo que me gusta del jazz, como en el teatro rompe con formalismos, por eso esta propuesta no importa donde, ni cuándo, lo importante es abrir el espacio para que sucedan las cosas, dejar que sucedan, ahí se manifiesta. Es el rito, algo que nos hemos olvidado que proviene de esa esencia.


G.S.    ¿Novecento como ritual, qué te dejó?


D.A.    Me sigue sonando su beat, es algo presente. Lo seguiré haciendo y por un tiempo más, quiero danzarlo como un acto de protesta. Siempre será algo que me  sorprende. Lo hice en muchos lugares. Desde adaptarlo a teatros, hasta espacios muy pequeños, y paradójicamente nació al público en esa Iglesia, lo ensaye en el campo, lo compartí con músicos, como una toma simbólica a un espacio destinado para los niños, que sigue cerrado por la miopía de unos cuantos.


G.S.    Claro!  Ese lugar nunca fue mejor gestionado, y como dices hay miopía…


D.A.    Digo también por el museo de niños Tanga Tanga, allí lo ensayamos con los músicos. Como protesta a algo que está cerrado  y lo mantienen como un secreto, siendo que hay niños que juegan miles, en esa hermosa plaza de la Recoleta y sin acceso al arte. Es inconcebible, dos tanques bellísimos, cerrados y un teatro al aire libre.


G.S.    Ya hablaremos de eso, ¿crees que esa miopía es muy fuerte en nuestro medio? en una entrevista a los miembros del Teatro de los Andes, que hice hace algunos años, también percibí esa referencia a la miopía de los responsables de espacios escénicos.


D.A.    No, absolutamente… Los jóvenes están mirando profundamente, ese es el presente… hay gente hermosa! muy activa, el problema que no los escuchamos, y hay sectores con poder que se resisten, nada mas…


G.S.    Vamos a elevarnos a un plano abstracto, y califiquemos esa miopía con todas sus falencias en cuanto al teatro.


D.A.    De que es necesario ver más a los jóvenes y niños, tienen mucho que decirnos. Pero escucharlos desde maneras menos corruptas. O sea darles la oportunidad de expresarse no con discursos, si no desde espacios más lúdicos, escuelas que enseñen también con arte. Creo que a todos, la pandemia nos ha dado la oportunidad de mirar de otra manera que las estructuras se están cayendo, porque el mundo es muy del poder, y los que llevan ese poder son pocos. El Amor esta mas en la voz latente de l@s niñ@s y jóvenes. Ellos no tienen diferencias con el otro.


El Arte está volviendo a hablar más de la vida y del amor. Hace unos días escuchaba a una red de artistas escénicos, la más antigua, de latinoamericanos y europeos. Muy inspirador. Donde: Curar, amar y cuidar, eran las bases. Volviendo a hablar más de esto... creo que siempre está presente, pero a veces se estigmatiza un poco esto, que es tan simple, pero es fundamental.


De ahí una frase que no nos diría Novecento, y así lo hacemos bajar de ese barco. NO HAY UN VIENTO FAVORABLE PARA QUIEN NO TIENE UN BUEN PUERTO.