Fotografía de Marcelo Guzmán Daza |
Hablar con Daniel Aguirre es un placer aparte en nuestra ciudad, un hombre que trabajado en el arte de las tablas casi tres décadas, actuando en Latinoamérica y Europa de forma recurrente, y miembro estable del Teatro de los Andes, un elenco de renombre internacional, pero además Daniel es actor con una especialización hecha a pulso y sangre en el fino arte del mónologo, y es justamente de su última obra dramática, de la que hablaremos a continuación, de donde salen temas referidos al rico bagaje cultural que acompaña a Daniel, el artista talentoso de nuestra ciudad, que sin decirlo, le dio a Bolivia un puerto al mar, en la imaginación de quienes tuvimos el privilegio de asistir a las funciones teatrales de “Novecento”.
G.S. Escoges nada más y nada menos que un monólogo escrito
por Alessandro Baricco: Novecento, y lo adaptas hábilmente al espacio
patrimonial que interviniste, cuéntanos un poco de que va ese proceso y porque
elegiste esa obra en particular
D.A. Ok. ya me puse a J. Coltren(Trane), la música que elegí y me inspiró... para entrar en onda. El Novecento de Baricco es un monologo que lo había leído hace muchos años y que ronroneaba siempre hacerlo, y cuando me subí a la cúpula de (la iglesia) Santo Domingo en una reunión para temas de patrimonio, cuando aún no estaba habilitado ese espacio, para este lugar es el Novecento, tengo las olas, tengo la hermosa vista… aquí hay que hacer la experiencia de contar, me dije.
Y como no podías ensayarlo ahí, de forma que en el sitio específico se haga la actuación, como era proyecto creativo, me imaginé y lo monte como si estuviera ahí mismo… hice lo que Novecento hace, viajar con la imaginación.
Elegí esa obra en particular, debo decirlo por mi afinidad con la música, que en todos mis trabajos es un elemento fundamental, y particularmente con el jazz, continuando la línea, hay muchas obras que se pueden contar que se han hecho de este género y me encanta!! No soy músico, siempre quise serlo, así que lo encarno.
G.S. Esa es una palabra clave, viaje, la obra es un viaje y tú,
te la figuraste mentalmente y la presentaste en el edificio patrimonial,
quedando fantástica, el muelle/patio, las escaleras de ascenso a la nave/coro
de la iglesia. Esta propuesta estética tan interesante, qué supuso en términos
de trabajo.
D.A. Como te dije se adaptó a ese lugar porque me encanta narrar,
y hacerlo de la forma “site specific”, que fue la primera vez, un reto. Es que
el espacio era perfecto, porque en mi versión, el amigo de Novecento, Tim, es
un testigo, y me encantó que él sea el que lleve a la gente, y la haga entrar
al barco, así el juego teatral es más rico, el público entra en una
experiencia. Es un monologo muy largo, entonces muy retador así que hay que
sumergir al espectador, sugerir el espacio y que ellos hagan su viaje.
G.S. ¿Cuándo te diste cuenta de que las gradas te servirían perfectamente para producir ese efecto de abordaje, que el público experimentó, sabias que la obra seria éxito? Yo abordé dos veces en tu barco.
D.A. Eso era gratuito!!, y cuando me subí por ahí y llegué a la cúpula, dije ahora si hago el Novecento... este como dices, es un barco, así que invitemos al público a lugares que no tienen acceso...o se los restringe… ese es el beat... así nació el jazz, de reunirse, sin invitaciones, rompiendo esquemas.
Digo gratuito en el sentido de que el edificio ya estaba, sólo
había que narrar, además cuando vi el campanario dije ahí le hacemos un
homenaje a Glenn Gould, así que lo proyectamos en la parte de la batalla.
G.S. Preparar un monologo como actor supone un reto técnico
superior, háblanos de eso, por favor.
D.A. Si es un reto, pero porque nos olvidamos de cuando
éramos niños, y nos llenamos de miedos cuando crecemos, de niños jugábamos
mucho y hacíamos tremendos monólogos. Y así
fue cuando hice mi primer monólogo, fue para vencer un miedo y era acercarme a
la gente... me encantaba la cuarta pared, soy muy tímido así que quería hacer
obras donde la gente esté cerca, para sentir más al público, para que le público
sienta el nervio, el error, la vibración, todo esto y ejercitar la memoria
fueron mis trampolines para vencer esos temores.
G.S. Y sobre el homenaje a Glenn Gould…
D.A. Me parece que rompió mucho esquemas ese gran pianista, y pienso que Baricco algo debió inspirarse en él… aunque no era jazzero, era un grande, su estilo, su forma de tocar música clásica tenía todo, y su vida muy de ermitaño... así que lo puse como referente. Debo decir que tengo mucha afición a la música clásica, algo que le agradezco a mi madre, escuché mucho desde temprana edad y luego me volví melómano.
G.S. Que interesante, compartimos eso, yo también tengo un
gusto enorme por la música clásica desde la infancia. ¿Crees que el jazz es
resultado de ella?
D.A. Absolutamente! Humildemente me lanzo a decir que
Debussy era un jazzero!! Por eso también en Novecento le hago un homenaje, usamos una
versión bellísima del preludio la Catedral Sumergida
G.S. Hermosa pieza ¿cómo la relacionamos a novecento?
D.A. Pues me disculpo, no soy muy estudioso de eso, pero me
pareció perfecta. Es muy espiritual, como la música de Coltrane… por eso elegí “A
love supreme” como partitura que está en toda la obra. Novecento es un pretexto
para hablar de lo contemplativo.
G.S. Eso es toda una exquisitez, “A love supreme”, tiene un
mantra fabuloso, que llama a lo contemplativo es verdad, y ¿dentro de lo
contemplativo qué sucede?
D.A. Pues si pareciera música oriental, hay momentos de éxtasis vibracional. Dice que así le sucedió a Coltrane, luego de mucho tiempo de sus adicciones, salió con esa música, de ahí todas esas vainas de religión de Coltrane, pero desde el punto de vista espiritual, ellos concibieron, eran muy géneros con sus dones, y nos lo comparten haciendo música. Escribiendo y dejando que se manifieste en cualquier espacio, dándonos esa mirada más introspectiva generosa, no sectaria.
G.S. Claro el jazz es algo realmente especial, en esas
definiciones remotas del arte del tiempo y del espacio ¿el jazz y el teatro
serian un arte del tiempo o del espacio?
D.A. Ambos creo, el jazz pienso que rompió con tabúes. Lo
que me gusta del jazz, como en el teatro rompe con formalismos, por eso esta
propuesta no importa donde, ni cuándo, lo importante es abrir el espacio para
que sucedan las cosas, dejar que sucedan, ahí se manifiesta. Es el rito, algo
que nos hemos olvidado que proviene de esa esencia.
G.S. ¿Novecento como ritual, qué te dejó?
D.A. Me sigue sonando su beat, es algo presente. Lo seguiré
haciendo y por un tiempo más, quiero danzarlo como un acto de protesta. Siempre
será algo que me sorprende. Lo hice en
muchos lugares. Desde adaptarlo a teatros, hasta espacios muy pequeños, y
paradójicamente nació al público en esa Iglesia, lo ensaye en el campo, lo
compartí con músicos, como una toma simbólica a un espacio destinado para los
niños, que sigue cerrado por la miopía de unos cuantos.
G.S. Claro! Ese lugar
nunca fue mejor gestionado, y como dices hay miopía…
D.A. Digo también por el museo de niños Tanga Tanga, allí lo
ensayamos con los músicos. Como protesta a algo que está cerrado y lo mantienen como un secreto, siendo que
hay niños que juegan miles, en esa hermosa plaza de la Recoleta y sin acceso al
arte. Es inconcebible, dos tanques bellísimos, cerrados y un teatro al aire
libre.
G.S. Ya hablaremos de eso, ¿crees que esa miopía es muy fuerte en nuestro medio? en una entrevista a los miembros del Teatro de los Andes, que hice hace algunos años, también percibí esa referencia a la miopía de los responsables de espacios escénicos.
D.A. No, absolutamente… Los jóvenes están mirando profundamente,
ese es el presente… hay gente hermosa! muy activa, el problema que no los
escuchamos, y hay sectores con poder que se resisten, nada mas…
G.S. Vamos a elevarnos a un plano abstracto, y califiquemos
esa miopía con todas sus falencias en cuanto al teatro.
D.A. De que es necesario ver más a los jóvenes y niños,
tienen mucho que decirnos. Pero escucharlos desde maneras menos corruptas. O sea
darles la oportunidad de expresarse no con discursos, si no desde espacios más
lúdicos, escuelas que enseñen también con arte. Creo que a todos, la pandemia
nos ha dado la oportunidad de mirar de otra manera que las estructuras se están cayendo, porque el mundo es muy del poder, y los que llevan ese poder son
pocos. El Amor esta mas en la voz latente de l@s niñ@s y jóvenes. Ellos no
tienen diferencias con el otro.
El Arte está volviendo a hablar más de la vida y del amor.
Hace unos días escuchaba a una red de artistas escénicos, la más antigua, de
latinoamericanos y europeos. Muy inspirador. Donde: Curar, amar y cuidar, eran
las bases. Volviendo a hablar más de esto... creo que siempre está presente,
pero a veces se estigmatiza un poco esto, que es tan simple, pero es
fundamental.
De ahí una frase que no nos diría Novecento, y así lo hacemos
bajar de ese barco. NO HAY UN VIENTO FAVORABLE PARA QUIEN NO TIENE UN BUEN
PUERTO.