Reseña: Un viaje de ida y vuelta al corazón del talento cochabambino, una reseña sobre “Amanecer en menor” de Quimbando, a poco tiempo del primer décimo aniversario de este notable disco.


/ Gabriel Salinas /

fuente: http://quintacho.redqb.com/2013/04/



Armonías con el sello característico de las séptimas menores, sextas y novenas combinadas en acordes de tensiones suspensivas, y acaso interrogativas, muy recurrentes en el jazz, son las primeras sensaciones que inspira la escucha de “Amanecer en menor” de Quimbando, un disco de la agrupación cochabambina que vio la luz hace casi una década y no pierde vigencia en lo más mínimo hasta nuestros días. Como el título del álbum anuncia, se trata de una obra musical con fuerte sentido poético, ya que en el lenguaje musical la denominación “menor” refiere a un intervalo entre tonos diatónicos, que caracteriza la música de expresión triste, en contraste con la “mayor” cuyo carácter es reconocido como alegre, en ese sentido “Amanecer en menor”, es una suerte de alusión poética equiparable quizá algo nostálgico o melancólico respecto a la vida, en tanto el “amanecer” es el principio del ciclo vital en el que nos desenvolvemos, es una alusión directa al despertar a la vida, luego de su reposo temporal en el mundo nocturno de los sueños, desde una emoción “menor”, quizás triste, o mejor dicho melancólica, y es así como el disco se presenta con la canción homónima que da nombre al álbum, entre armonías suspensivas, de colores pasteles suaves, desarrollándose alrededor de un riff melódico delicioso, que será el leitmotiv de toda la pieza, cuyo ritmo se encuentra cerca del bossa sin llegar a serlo, como si se aproximara sin decidirse a tocarlo y mancharse de su sonoridad, al ser una canción instrumental, se lucen los solos de la guitarra eléctrica, las atmosferas de la guitarra acústica y la base rítmica, que comprende más que aun baterista que marque el compás a un percusionista exquisito que hace las delicias del escucha con los distintos efectos de los cuales echa mano, no sólo en esta primera pieza, sino en todo el álbum.

La idéntica jazzística de las composiciones es incuestionable, un jazz fusión quizá deudor de las sonoridades que logró John Mclaughlin en un luminoso y cálido My goal's beyond, pero en una encrucijada con la estética de quizás, un Parafonista en su versión de Frutos Prohibidos, y no por ejemplo de un disco cómo República, un tanto más orientado en la dirección de un Weather Report, diametralmente opuesto con la música fusión que presentaba Mclaughlin, el gran pupilo de la segunda revolución estética que emprendió Miles Davis en la historia del jazz.

 El sello definitivo de “Amanecer en menor” es la creación de las atmósferas instrumentales que hemos referido en el párrafo anterior, pero con la introducción de un elemento crucial para su propuesta que es la voz humana, que relega un poco el lucimiento de los músicos al nivel de improvisaciones, para reafirmar una estructura musical de formar que apuestan a lo seguro, inscribiendo la propuesta estética de este importante grupo boliviano, a la música de corte más comercial, sin dejar de ser una propuesta de sabor complejo con notas a exquisitas expresiones musicales del consabido jazz fusión, pero terminando por decantarse en un estilo más propio a un smooth jazz de factura boliviana, que de irrelevante no tiene nada, como muchas de las producciones de ese subgénero, por ello “Amanecer en menor” no pierde su vigencia, es una voz vigorosa, con un resonar profundamente embebido en la identidad de nuestro país, y en las propuestas estéticas del jazz contemporáneo más vitales. Un aspecto que se remata, por así decirlo, con el cuidado poético de las letras, con frases como: “En el preludio del alba, donde nace la poesía” o “Tú que inventas cofres, vas guardandolos en la oscuridad, donde yo te encuentro, esperando viva un viento, que te diga que no miento, cuando invento el verbo amar”, de la canción “Gabriela”, cuyos arreglos para violines de la mano de Arpad Debreczeni, relucen por su énfasis preciosista, en la simbiosis de la pieza entre la melodía y la armonía, un trabajo excelente que se destaca en el solo, llevando al máximo la capacidad expresiva de este recurso estético.

De cualquier modo, la música que ellos crean, Mauricio Canedo, Diego Arias, Arpad Debreczeni, Jorge Claros, Mauricio Cardona, Ramiro Vásquez, Ramón Rocha y Luis Mercado, es un fenómeno único en la escena boliviana de música popular y del jazz, e invitar a la escucha, aunque un poco tarde, de su música es un privilegio, que sobrepasa las expectativas de cualquier periodista cultural, entonces, sólo queda decir, con ustedes Quimbando!  
   
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